Llego esta mañana a la escuelita. Es el primer día que puedo acudir a verla funcionando en turno de mañana, y nada más llegar me salen a recibir dos alumnas, dos niñas que vienen a saludar "al gringo". Una de ellas viene con toda la boca azul de una chuchería que está tomando. Nada más verla poco menos que le grito "¡Tú eres Katia Rubith!". La niña, paralizada del susto, me contesta que sí. Intento ahora explicarme: "¿No te acuerdas de mí? Yo estuve aquí hace cuatro años, con mi esposa Eva, que era tan blanquita y con pequitas ¿No te acuerdas que fuimos de paseo?" [un paseo es una excursión]. La niña sigue negando con la cabeza, pero yo no he podido evitar emocionarme ¿verdad, Eva, que te está pasando ahora a ti lo mismo?
Katia Rubith era una niña gordita que era feliz comiendo. Todavía recuerdo nada más llegar al lugar de la excursión (paseo, que hay que ir aprendiendo ya el léxico selvático) sacó su fiambrerita y se puso a comer el arroz que llevaba olvidándose de todo lo demás. Eva y yo la habíamos tomado como un símbolo de los niños de la escuela, y apareció en las proyecciones de fotos que hicimos para contar una historia concreta. Vivía con su madre en una casita hecha de lata muy cerca del colegio. Era una niña feliz, regordeta y asilvestrada, lo más alejado de la imagen del "pobre niño pobre". Hoy me cuentan que vive en una casa mejor (no sé cómo traducir esto: he visto alguna de las casas mejores que hoy adornan la zona de asentamientos. Sigue sin haber luz ni agua por lo general, pero hay adobe donde antes había lata, o ladrillo donde antes adobe).
Hoy Katia es una niña de 5° grado, seriota y formalita, con el mismo brillo en los ojos. Está aprendiendo cosas, y tiene los modales dulces de los niños de por aquí. Y seguirá creciendo y educándose, quizás mejorando algo su situación. Quizás tenga ella oportunidades que su madre no tuvo ni soñaba para ella. Ahora sé que había vuelto para encontrarla, y aquí está, recordándome la necesidad de un proyecto como éste.
Más tarde, es esta vez un niño quien me lanza un grito. No lo reconozco hasta que él se presenta: es Christian, que era entonces una especie de terrible rebelde adolescente de cuatro años, repartidor de unos puñetazos de los que todavía me acuerdo, y que agradecía con un silencio huraño que se le prestara atención siquiera para reñirle; luego se dejaba acariciar el pelo como simulando que no se daba cuenta. Ahora anda un poco menos montaraz, aunque sigue travieso y vivo como él solo. Está algo más alto, aunque sigue siendo menudito para su edad. Recuerdo que decían que era probable que no siguiera en la escuela, porque apenas se ocupaban de él en casa. Hoy sigue aquí, y es un triunfo.
Por todas las Kathia y todos los Christian seguiremos luchando por que esto siga en pie y creciendo.
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8 comentarios:
Madre, cómo te envidio... pues aquí estoy emocionada de ver a Katia hecha una mujercita. ¿No tienes manera de regalarle alguna foto suya, por ejemplo la que está con la cara pintada? Me encantaría que esta vez sí que se acordara de nosotros. GRACIAS POR COMPARTIR TANTO.
Hola Compi, ¡qué emoción!. Llego a imaginarme la sorpresa tuya al ver a esa niña-mujercita.Sus cambios, sus logros, sus progresos. De eso se trata ¿no?. Me alegra mucho la labor que hacéis, ánimo que ya ves cómo todo sale bien.Besotes gordotes.
Buenas tardes a todos. Cuando se lee y "se vive" lo que Tomás nos cuenta, las palabras sobran...y los ojos se llenan de lágrimas...
Gracias, Tomás, Eva, por descubrirnos ese vuestro mundo.
Virtu
Hola, Tomás.
Por cuarta vez intento hacer un comentario (ya sabes que la informática no es lo mío).
Me llena de alegría ver que vuestro proyecto avanza y muestra caminos nuevos a personas que tenían muchas puertas cerradas y muchas ganas de abrirlas.
Debe ser emocionante reencontrarte con esos niños (y niñas) que conociste y que siguen adelante a pesar de las dificultades.
Disfruta, trabaja y cuenta conmigo si en algo puedo ayudar.
Besos y hasta pronto.
Eva, habla la emoción, lo sé, porque sabes perfectamente que no podemos regalarle a uno y dejar a los demás. A mí me parece muy bien que no se acuerden de nosotros: lo importante es la formación que está recibiendo, no los que venimos a visitarles.
Ok! Es cierto. Sólo creí que podía gustarle tener una foto y no he caído en que fuera algo "colectivo". No pensaba en el síndrome "una mano, un caramelo", tú me entiendes...
UN BESO
Así se escribe aquí? Cáspita!? era más fácil de lo que pensaba. Tío, haces lo mejor que sabes: estar al lado de quien necesita de tí.
UHHHH alguien llora en la lejanía del cuarto de al lado!
Luego seguiremos
AXARQUIANOS (es una identidad secreta, por si no te das cuenta)
Tomás, tenemos un ratito y hemos podido leer tus comentarios. Nos das un poco de envidia, pero tampoco mucha, ya que nosotros también estamos de enhorabuena.
Ayer tu hija conoció a Ana. Tenías que haber visto su carita. ¡Que "tiernita"!
Aprovecha esta oportunidad, que la vida, tu mujer y tu hija te han dado, y de paso, nos cuentas todas tus experiencias, para que así, nosotros también os demos las gracias.
Un abrazo
Axarquiana nº 1
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