From Mi viaje a Ta... |
Decía arriba que a la ida fui sin casco, y recelando, debo confesarlo. Pues a la vuelta...se me rompieron todos los esquemas. Les presento el transporte escolar a que ayer me refería. Había oído hablar de que era el camión del padre de un alumno, que por eso se había conseguido a tan buen precio. Pero pensé que la palabra camión era una manera de hablar, como en Sevilla se llama todavía camioneta a los autobuses.
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Cuando lo vi, me acordé de las horas de discusión en las reuniones de los scouts sobre la seguridad de los autobuses que contratábamos, de los cinturones de seguridad obligatorios ahora en el transporte escolar, de "¡niño, siéntate que nos van a multar!", de la silla del grupo nosecuantos de mi hija. Así que ahí me metí, con los niños felices y gritones, todavía descalzos tras el remojo, agachándome cuando veía alguna rama, y dando botes de un lado a otro cuando ya estábamos llegando al colegio, por esa pista de tierra llena de agujeros. No ha sido nada que no supiera ni estuviera harto de ver todos estos días, pero todavía no lo había visto con niños.
No me interpretéis mal: entiendo que aquí es algo absolutamente normal y natural, y es muy importante no romper con lo que viven cada día (el otro día vi a una madre de paquete en una moto, que le iba dando de mamar a su bebé), y nadie lo vive como un problema pero yo, gringo, tengo que pensar necesariamente: ¿valen menos sus vidas?
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